Se encontraba al borde de un puente que estaba a una altura considerable, sobre un río que corría por alli mucho antes de nuestra historia.
Lo tenía claro, esa noche, su vida acabaría, no quería volver a pasar por aquello, no quería volver a ver a quien no quería verlo.
Un leve chasquido indicó que era la hora. El chico se ajustó levemente su sombrero tejano y su pierna estalló en llamas, haciendo que el rostro de él quedara al descubierto. Unos ojos castaños miraban al vacío, como fuera de la realidad. Su pelo, negro como la noche, revuelto bajo el sombrero. Una túnica le llegaba hasta los tobillos, negra, con algunas llamas en sus bordes, cosidas al parecer con algo de prisa. Sus pies descalzos se acercaban peligrosamente al borde.
Se echó un poco adelante, pero escuchó algo que no era muy normal a esa hora, le pareció escuchar las campanas de la iglesia repicando. No podía ser, debían de ser ya como las 4 de la noche.
No, decidió no pensar en ello y bajar hasta que su cuerpo golpeara secamente el suelo, dejando así que su cadáver siguiera el curso del río.. Pero algo tiró de la pierna que no ardía.
Al mirar hacia atrás descubrió la severa mirada de una chica, de unos 15 años, con el pelo por los hombros, que estaba sujetando su pierna con firmeza.
-Tú no te vas esta noche.
-¡¿Quién coño eres?!-Suspiró, algo molesto.-
-Soy quien tú quieres que sea, baja de ahi y llévame a la mejor tienda de armas que haya por aqui. Necesito prepararme bien y un conocido tuyo me dijo que te encontraría por aquí.
Acto seguido, la pierna del chico dejó de incinerarse para volver completamente a la normalidad, dejando todo aquello en la más absoluta oscuridad.
-De acuerdo.
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