Efectivamente, al otro lado de la puerta se encontraba un recibidor gigante. Parecía que alli se había llevado una vida de total lujo, pero sin embargo, todo estaba lleno de polvo y telarañas.
-Bienvenida a la Mansión Kaônata, abandonada hace más de 50 años por un empresario japonés que desapareció en misteriosas circunstancias.-Ralest parecía algo triste al decir estas palabras.-Ahora vivo solo yo aqui, pero te puedo asegurar que en su época, todo esto era más deslumbrante.
-Te creo.Ahora todo está hecho mierda.-La chica arrugó su nariz, olfateando el ambiente. Olía levemente a madera podrida, pero el olor no era del todo desagradable. Había algo más.-
Ralest se sentó en lo que parecía un pequeño sofá, algo más limpio que todo lo que le rodeaba, justo debajo de la enorme lámpara que colgaba del techo, que parecía de un cristal sucio y desgastado por el tiempo.
-Toma asiento.
-Sí, debería descansar un rato, llevo bastante tiempo fuera. Por cierto, tenemos muchas cosas de las que hablar.-La chica limpió un poco el suelo con sus botas, que ahora el chico podía ver por primera vez. Tenían una especie de símbolo en los lados, algo así como la cabeza de una criatura con unos cuernos retorcidos.Acto seguido, se sentó sin ninguna queja en el suelo, que estaba enmoquetado.-
-Bueno, ¿Que dices que quieres de mi? Me parece que me debes una larga explicación, quiero saber más acerca de ti. Más cosas de ti.-El chico se recostó contra uno de los brazos del pequeño sofá, poniéndose algo más cómodo.- Es decir, impides que me tire por aquel precipicio, me obligas a llevarte a la tienda clandestina de armas y encima te doy un lugar seguro.
-Verás.. Empecemos por lo evidente. Te conozco más de lo que imaginas, pues la verdad es que he estado espiándote un tiempo, de ahi que supiera donde encontrar a alguien que me dijera donde estabas y donde vives.-La chica sonrió, esta vez, de buena gana, aunque no era la sonrisa más bonita del mundo.-Me ha costado mucho encontrarte, llevo buscando décadas alguien como tu, ¿Sabes?-Los ojos de la chica brillaron un momento con un mal disimulado interés.-
-¿Alguien como yo?-El chico frunció el ceño, algo extrañado.-
-En efecto, alguien como tú. Y como yo. Alguien que no sea un simple humano.
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