Ralest se quedó con la boca abierta al ver a un ser mágico alli, sin ropas que le cubrieran, sin ningun tipo de protección para que los humanos no pudieran verle. De repente, se olvidó de la riña que tenía con Aüril y cayó en la cuenta de su hombro, que empezaba a sangrar.
-A ver, pedazo de inútil, tiéndete a que te vea esa herida, y perdona por hacértela, estabas fuera de control.-La chica suspiró levemente y miró a Picklet.-¿Y tu como nos has encontrado?
-Pues hija, que quieres que te diga.-El pequeño ser se encogió de hombros, mostrando una sonrisa divertida.-Tu magia apesta a kilómetros. Que cantas más que un vampiro en el dentista, bonita.
-Vaya... No pensé eso. Ralest, he dicho que te tumbes.
El chico plegó las alas y se tumbó con la mirada en el techo, soltando un largo suspiro.
-Y dime, pequeña mascota de Aüril, ¿De que os conoceis?
-Eh, alitas de cerezo, aqui de motes nada. Simplemente la conoci cuando nos enviaron a todos a recuperar a los exiliados. Ya está, fin de la historia. Conversamos durante un rato, pero no mucho más que darnos el nombre.
-¿Y como es que vas por ahi con esas pintas?-Ralest observó a Picklet de arriba a abajo.-
Aüril le había empezado a curar la herida sacando la daga de hielo y congelando un poco el pequeño orificio para que su sangre se coagulase antes.
Picklet echó una larga mirada a las alas de Ralest y contestó, negando con la cabeza exageradamente.
-Se llama prudencia. El mundo humano tiene bastantes sitios para esconderse y, además, soy teleportador. Uno de los pocos que quedan y el único de los que enviaron a la expedición.
-Así que has llegado a tiempo para que termináramos de pelear... Gracias, Picklet, te debo una. -Aüril le dedicó una de sus pocas sonrisas.- No quería hacerle daño a Ralest.
-Vale, Aüril, ahora dime por qué has matado a toda esta gente.. -Ralest la miró a los ojos, todavía con algo de resentimiento.-
-¿Que por que? Porque los conocía.
-¡¿Los conocías?! ¡¿A unos humanos?!-Ralest casi se queda sin respiración, pues la chica estaba vendando con su túnica la herida, realizando un improvisado torniquete.-
-Claro que los conocía, Ralest.. Ellos... -Aüril perdió la mirada, y por su mejilla empezó a correr una silenciosa lágrima.-
Ralest se mordió el labio, temeroso de haber dicho algo que no debía.
-Ralest, algunos de ellos eran de mi familia.-Aüril ocultó su cara entre las manos, sollozando.-
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