Ralest se encogió sobre si mismo al escuchar aquello, pues la verdad era que tampoco quería dañar en exceso a la muchacha. Se arrastró un poco hasta una pared y se recostó en ella, mirando a Aüril en silencio.
Picklet hizo lo propio, sentándose en una pequeña butaca en una esquina, que parecía hecha a su medida y suspiró, rodando un poco los ojos.
-Oye, Aüril, yo no quería... -Ralest suspiró levemente, siendo más un soplo de aire que un suspiro, y apoyó la cabeza contra la pared.-
-No pasa nada, además, es algo que a ti no te importa. -Aüril se secó las lágrimas suavemente y se puso de pie, recuperando así su elegancia.- Oye, Picklet.
-Dime, pequeña diablesa, ¿Que quieres? -El duende se puso en pie de un salto y sonrió, mostrando sus afilados dientes.-
-Eres teleportador, ¿No? ¿Cuanta magia te queda?
Picklet se miró las manos y empezó a hacer cuentas con ellas, con el ceño fruncido.
-Según mis cálculos, podríamos estar en Popoil en un par de viajes. Pero después de eso necesitaría ir a una tienda de magia a reponerme.
-Suficiente. Ralest, levántate de ahí y toca a Picklet. Nos vamos a Popoi... ¿En un par de viajes? ¿Por donde pasaremos antes?
-Por Ritalo, tengo algo que hacer alli. -Picklet sonrió a Aüril y esta le devolvió la sonrisa.-
-A Ritalo pues.
Ralest se puso en pie y plegó sus alas lo máximo que pudo. Nunca se había teleportado, y la verdad es que la idea tampoco le entusiasmaba.
-Que sea en un lugar aislado, no estoy como para resaltar mucho. -Dijo, echando una mirada a sus espaldas.-
Ralest se agarró a su hombro derecho, Aüril se aferró al izquierdo y Picklet susurró unas pocas palabras másgicas, que no llegaron a oídos de nadie.
Poco después, la habitación quedó desierta.
La vida del fuego
lunes, 5 de diciembre de 2011
miércoles, 21 de septiembre de 2011
Capitulo 9. Vinculos.
Ralest se quedó con la boca abierta al ver a un ser mágico alli, sin ropas que le cubrieran, sin ningun tipo de protección para que los humanos no pudieran verle. De repente, se olvidó de la riña que tenía con Aüril y cayó en la cuenta de su hombro, que empezaba a sangrar.
-A ver, pedazo de inútil, tiéndete a que te vea esa herida, y perdona por hacértela, estabas fuera de control.-La chica suspiró levemente y miró a Picklet.-¿Y tu como nos has encontrado?
-Pues hija, que quieres que te diga.-El pequeño ser se encogió de hombros, mostrando una sonrisa divertida.-Tu magia apesta a kilómetros. Que cantas más que un vampiro en el dentista, bonita.
-Vaya... No pensé eso. Ralest, he dicho que te tumbes.
El chico plegó las alas y se tumbó con la mirada en el techo, soltando un largo suspiro.
-Y dime, pequeña mascota de Aüril, ¿De que os conoceis?
-Eh, alitas de cerezo, aqui de motes nada. Simplemente la conoci cuando nos enviaron a todos a recuperar a los exiliados. Ya está, fin de la historia. Conversamos durante un rato, pero no mucho más que darnos el nombre.
-¿Y como es que vas por ahi con esas pintas?-Ralest observó a Picklet de arriba a abajo.-
Aüril le había empezado a curar la herida sacando la daga de hielo y congelando un poco el pequeño orificio para que su sangre se coagulase antes.
Picklet echó una larga mirada a las alas de Ralest y contestó, negando con la cabeza exageradamente.
-Se llama prudencia. El mundo humano tiene bastantes sitios para esconderse y, además, soy teleportador. Uno de los pocos que quedan y el único de los que enviaron a la expedición.
-Así que has llegado a tiempo para que termináramos de pelear... Gracias, Picklet, te debo una. -Aüril le dedicó una de sus pocas sonrisas.- No quería hacerle daño a Ralest.
-Vale, Aüril, ahora dime por qué has matado a toda esta gente.. -Ralest la miró a los ojos, todavía con algo de resentimiento.-
-¿Que por que? Porque los conocía.
-¡¿Los conocías?! ¡¿A unos humanos?!-Ralest casi se queda sin respiración, pues la chica estaba vendando con su túnica la herida, realizando un improvisado torniquete.-
-Claro que los conocía, Ralest.. Ellos... -Aüril perdió la mirada, y por su mejilla empezó a correr una silenciosa lágrima.-
Ralest se mordió el labio, temeroso de haber dicho algo que no debía.
-Ralest, algunos de ellos eran de mi familia.-Aüril ocultó su cara entre las manos, sollozando.-
-A ver, pedazo de inútil, tiéndete a que te vea esa herida, y perdona por hacértela, estabas fuera de control.-La chica suspiró levemente y miró a Picklet.-¿Y tu como nos has encontrado?
-Pues hija, que quieres que te diga.-El pequeño ser se encogió de hombros, mostrando una sonrisa divertida.-Tu magia apesta a kilómetros. Que cantas más que un vampiro en el dentista, bonita.
-Vaya... No pensé eso. Ralest, he dicho que te tumbes.
El chico plegó las alas y se tumbó con la mirada en el techo, soltando un largo suspiro.
-Y dime, pequeña mascota de Aüril, ¿De que os conoceis?
-Eh, alitas de cerezo, aqui de motes nada. Simplemente la conoci cuando nos enviaron a todos a recuperar a los exiliados. Ya está, fin de la historia. Conversamos durante un rato, pero no mucho más que darnos el nombre.
-¿Y como es que vas por ahi con esas pintas?-Ralest observó a Picklet de arriba a abajo.-
Aüril le había empezado a curar la herida sacando la daga de hielo y congelando un poco el pequeño orificio para que su sangre se coagulase antes.
Picklet echó una larga mirada a las alas de Ralest y contestó, negando con la cabeza exageradamente.
-Se llama prudencia. El mundo humano tiene bastantes sitios para esconderse y, además, soy teleportador. Uno de los pocos que quedan y el único de los que enviaron a la expedición.
-Así que has llegado a tiempo para que termináramos de pelear... Gracias, Picklet, te debo una. -Aüril le dedicó una de sus pocas sonrisas.- No quería hacerle daño a Ralest.
-Vale, Aüril, ahora dime por qué has matado a toda esta gente.. -Ralest la miró a los ojos, todavía con algo de resentimiento.-
-¿Que por que? Porque los conocía.
-¡¿Los conocías?! ¡¿A unos humanos?!-Ralest casi se queda sin respiración, pues la chica estaba vendando con su túnica la herida, realizando un improvisado torniquete.-
-Claro que los conocía, Ralest.. Ellos... -Aüril perdió la mirada, y por su mejilla empezó a correr una silenciosa lágrima.-
Ralest se mordió el labio, temeroso de haber dicho algo que no debía.
-Ralest, algunos de ellos eran de mi familia.-Aüril ocultó su cara entre las manos, sollozando.-
sábado, 17 de septiembre de 2011
Capitulo 8. El tercero.
Se volvió y asestó un fuerte puñetazo en la mandíbula de la chica, que cayó al suelo, sorprendida por el golpe. Acto seguido, corrió a coger una espada que había por alli tirada, entre dos cadáveres con un corte en el pecho, rodeados de un charco de sangre.
-Veo que no atiendes a razones, pequeño dragón.-Aüril se levantó, con un pequeño hilo de sangre en su boca, cerró los ojos y en sus manos aparecieron dos pequeñas luces, cada vez más brillantes, y el entorno se enfrió.-
-¡¿Eres maga?! No me jodas. -Ralest corrió hacia ella antes de que su magia se cargara más, pero Aüril le lanzó una daga de hielo que le dio justamente en el hombro izquierdo. Ralest se aguantó un gemido de dolor.-
El gria se apartó un poco y susurró algo que hizo que su túnica se rasgara por detrás, haciendo aparecer dos enormes alas rojas como el fuego. Había abierto el cepo, que en ese momento caía en el suelo. En cuanto pudo, cubrió su cuerpo con ellas y se lanzó contra Aüril, a la cual consiguió arañar un poco la cara con el extremo del ala derecha.
-Todos, los has matado a todos..-Los ojos de Ralest centelleaban de vez en cuando algo de odio, estocando cada vez más fuerte contra Aüril con su espada.-
-¡¡PARAD YA, IMBÉCILES!! -Una tercera figura les gritó, menuda y con una expresión graciosa, a pesar de la situación.-
Los dos pararon en cuanto oyeron esto, pues se temían que un humano los hubiera visto, pero aquello parecía de todo menos un humano.
De unos 130 centimetros de altura, una criatura verde y con las orejas puntiagudas los miraba detrás de unos ojos parduzcos. Su vestimenta se componía de unas sencillas chanclas y un pantalón marrón bastante manchado de barro. El pecho lo llevaba descubierto.
Aüril enarcó una ceja.
-¡¿Picklet?!
-Veo que no atiendes a razones, pequeño dragón.-Aüril se levantó, con un pequeño hilo de sangre en su boca, cerró los ojos y en sus manos aparecieron dos pequeñas luces, cada vez más brillantes, y el entorno se enfrió.-
-¡¿Eres maga?! No me jodas. -Ralest corrió hacia ella antes de que su magia se cargara más, pero Aüril le lanzó una daga de hielo que le dio justamente en el hombro izquierdo. Ralest se aguantó un gemido de dolor.-
El gria se apartó un poco y susurró algo que hizo que su túnica se rasgara por detrás, haciendo aparecer dos enormes alas rojas como el fuego. Había abierto el cepo, que en ese momento caía en el suelo. En cuanto pudo, cubrió su cuerpo con ellas y se lanzó contra Aüril, a la cual consiguió arañar un poco la cara con el extremo del ala derecha.
-Todos, los has matado a todos..-Los ojos de Ralest centelleaban de vez en cuando algo de odio, estocando cada vez más fuerte contra Aüril con su espada.-
-¡¡PARAD YA, IMBÉCILES!! -Una tercera figura les gritó, menuda y con una expresión graciosa, a pesar de la situación.-
Los dos pararon en cuanto oyeron esto, pues se temían que un humano los hubiera visto, pero aquello parecía de todo menos un humano.
De unos 130 centimetros de altura, una criatura verde y con las orejas puntiagudas los miraba detrás de unos ojos parduzcos. Su vestimenta se componía de unas sencillas chanclas y un pantalón marrón bastante manchado de barro. El pecho lo llevaba descubierto.
Aüril enarcó una ceja.
-¡¿Picklet?!
jueves, 8 de septiembre de 2011
Capitulo 7. ¿Asesina por vocación?
Aüril apretó los dientes, pero no hizo ningún gesto de sorpresa al escuchar de Ralest aquellas palabras. Lo habría sabido tarde o temprano, pero bien es cierto que la capacidad de deducción del chico era inmensa para todo el tiempo que él había estado exiliado.
-¿Sabes?-Dijo el chico, casi en un susurro.-Yo también necesito algunas armas. He estado aqui, en el planeta sin magia, casi tres siglos. Y nunca las he necesitado, pues me he limitado a esconderme, pero ahora que tenemos que luchar contra los Môrtac's, necesitaré alguna que otra espada. -Ralest se puso en cuclillas junto al cepo, que con tirarlo al aire, se abalanzó a sus alas, atrapándolas y haciendo que, de nuevo, estas parecieran mucho más pequeñas. Acto seguido, se puso la túnica y salió como una exhalación de aquel recinto para que la gente que trabajaba en los campos a media mañana no fuera capaz de verlo, con la seguridad de que Aüril lo seguiría.-
De nuevo, recorrió aquel viejo puente donde nuestra historia comenzó y se adentró en las calles de Death City, en las que ya comenzaba la actividad, pero gracias a su extrema velocidad, nadie conseguía verlo. Cuando llegó al callejón paró en seco delante de la puerta de la tienda clandestina de armas. Como supuso, Aüril había llegado antes que él. Algo de esperar para alguien de su raza.
-Ralest, yo... -La chica parecía algo nerviosa.-
Ralest abrió la pequeña puerta con cuidado, dejando ver una pequeña habitación, del tamaño de un pequeño salón de celebraciones, llena de armas de todo tipo... Y un montón de cadáveres apilados en una de las esquinas. Ralest miró a la chica con un destello de rabia en sus ojos.
-No voy a perdonarte esto.
-¿Sabes?-Dijo el chico, casi en un susurro.-Yo también necesito algunas armas. He estado aqui, en el planeta sin magia, casi tres siglos. Y nunca las he necesitado, pues me he limitado a esconderme, pero ahora que tenemos que luchar contra los Môrtac's, necesitaré alguna que otra espada. -Ralest se puso en cuclillas junto al cepo, que con tirarlo al aire, se abalanzó a sus alas, atrapándolas y haciendo que, de nuevo, estas parecieran mucho más pequeñas. Acto seguido, se puso la túnica y salió como una exhalación de aquel recinto para que la gente que trabajaba en los campos a media mañana no fuera capaz de verlo, con la seguridad de que Aüril lo seguiría.-
De nuevo, recorrió aquel viejo puente donde nuestra historia comenzó y se adentró en las calles de Death City, en las que ya comenzaba la actividad, pero gracias a su extrema velocidad, nadie conseguía verlo. Cuando llegó al callejón paró en seco delante de la puerta de la tienda clandestina de armas. Como supuso, Aüril había llegado antes que él. Algo de esperar para alguien de su raza.
-Ralest, yo... -La chica parecía algo nerviosa.-
Ralest abrió la pequeña puerta con cuidado, dejando ver una pequeña habitación, del tamaño de un pequeño salón de celebraciones, llena de armas de todo tipo... Y un montón de cadáveres apilados en una de las esquinas. Ralest miró a la chica con un destello de rabia en sus ojos.
-No voy a perdonarte esto.
martes, 6 de septiembre de 2011
Capitulo 6. Hijo de dragón.
Dos alas rojas como el fuego surcaban su espalda, agarradas por un pequeño cepo de acero con forma de serpiente enroscada sobre si misma para que no se le notaran con la túnica. Ralest quitó ese cepo con un ligero movimiento de mano, haciendo que este cayera al suelo con un estrepitoso ruido metálico. Acto seguido, sus alas se estiraron, dejando ver así su esplendor. Cada una debía medir como dos metros de largo, recorridas por finas venas en sus membranas. Aüril retrocedió un par de pasos para que las alas no le dieran de lleno en el rostro.
Ralest dio media vuelta e irguió sus alas, orgulloso.
-¿Es esto bastante prueba?-Dijo, enarcando una ceja.-
-Y tanto. ¡Creí que los hijos de los dragones no existían, dicen que se extinguieron en la primera era!-La expresión de Aüril era de total asombro, como si estuviera viendo un fantasma.-
-También los Môrtac's se extinguieron hace milenios y han vuelto, ¿No?
-Aún así, es muy raro ver a un Gria, y encima, un macho... O hombre... ¡O lo que seas!-Hizo aspavientos con las manos, intentando volver a la realidad.-
-¿Y tú que eres? -Replicó Ralest, curioso.- Tampoco pareces alguien muy normal.
-Mi raza prefiero mantenerla en secreto por el momento. -La chica parecía haber recobrado el sentido, y ahora se dirigía hacia la puerta.-
Ralest la siguió de cerca, con sus alas ya plegadas a su espalda.
-Un Gria... -Susurró, llena de emoción.-Ralest, no te acostumbres a escuchar estas palabras de mi, pero.. Me alegro jodidamente de haberte encontrado esta noche.
-Lo mismo digo.. -El chico sonrió sin poder evitarlo, ya que se acordó de un mero detalle que había pasado por alto.- Princesa Aüril.
Ralest dio media vuelta e irguió sus alas, orgulloso.
-¿Es esto bastante prueba?-Dijo, enarcando una ceja.-
-Y tanto. ¡Creí que los hijos de los dragones no existían, dicen que se extinguieron en la primera era!-La expresión de Aüril era de total asombro, como si estuviera viendo un fantasma.-
-También los Môrtac's se extinguieron hace milenios y han vuelto, ¿No?
-Aún así, es muy raro ver a un Gria, y encima, un macho... O hombre... ¡O lo que seas!-Hizo aspavientos con las manos, intentando volver a la realidad.-
-¿Y tú que eres? -Replicó Ralest, curioso.- Tampoco pareces alguien muy normal.
-Mi raza prefiero mantenerla en secreto por el momento. -La chica parecía haber recobrado el sentido, y ahora se dirigía hacia la puerta.-
Ralest la siguió de cerca, con sus alas ya plegadas a su espalda.
-Un Gria... -Susurró, llena de emoción.-Ralest, no te acostumbres a escuchar estas palabras de mi, pero.. Me alegro jodidamente de haberte encontrado esta noche.
-Lo mismo digo.. -El chico sonrió sin poder evitarlo, ya que se acordó de un mero detalle que había pasado por alto.- Princesa Aüril.
jueves, 1 de septiembre de 2011
Capitulo 5. En grave peligro.
Ralest se revolvió en el sofá al oir estas palabras, estrechando sus ojos. Parecía inquieto y muerto de curiosidad, pero para nada molesto.
-¿Quieres decir que eres una de las mías? Es decir, no pareces tener nuestras características, eres más bien... Bajita. Sin ánimo de ofender, claro.-El chico se mordió el labio cuando dijo estas palabras, con miedo a que le hubieran afectado.-
-Tranquilo, tu raza tampoco es que sea la más perfecta del mundo, bonito. Y encima eres de los pocos que quedan. En serio, no sabes cuántos problemas me has causado.-La chica se llevó las manos a la cara, algo cansada.-
-¿Y como dices que te llamas? Vuelvo a insistir en que no se nada de ti y tu sabes bastante de mi. Creo que tengo derecho a saber, al menos, tu nombre.
-Me llamo Aüril, chico. -Arrugó la nariz en un gesto divertido al decir estas palabras.-
-¿Aüril? Nunca había escuchado un nombre similar.
-Bueno, al grano.. -Aüril hizo algunos aspavientos con la mano, como aclarando sus ideas.- El reino mágico, nuestro reino, está en grave peligro. Los Môrtac's han vuelto.
Los ojos de Ralest se abrieron de par en par, como si acabara de recibir la peor noticia del mundo.
-¡¿Qué?! ¡¿No estaban exterminados desde hace milenios?! -Se revolvió en el sillón, inquieto. Si ellos habian vuelto, sin duda, era una mala señal.-
-Salieron de no se donde hace un par de siglos y atacaron el reino de los Phalasian, y desde entonces han intentado expandirse, pero la rápida acción de la orden mágica los está reteniendo. El problema es que no resistirán mucho más. -La joven suspiró y rodó los ojos, esta vez en acto de preocupación.- Me mandaron a mi y a unos cuantos desde la caida de los Phalasian a reclutar a los exiliados, antiguos miembros de la Raënestis Fonculus... Y tu, Ralest, si los libros de historia no se equivocan, fuiste uno de los más grandes. -La chica se estiró a lo largo, extendiendo sus piernas por el suelo, levantando un poco de polvo.- Pero antes debo asegurarme de que eres quien dices ser. Por favor, quitate la túnica.
Ralest asintió levemente y se levantó, se puso de espaldas y poco a poco fue quitándose la túnica. En efecto, su espalda no era la de un humano normal.
-¿Quieres decir que eres una de las mías? Es decir, no pareces tener nuestras características, eres más bien... Bajita. Sin ánimo de ofender, claro.-El chico se mordió el labio cuando dijo estas palabras, con miedo a que le hubieran afectado.-
-Tranquilo, tu raza tampoco es que sea la más perfecta del mundo, bonito. Y encima eres de los pocos que quedan. En serio, no sabes cuántos problemas me has causado.-La chica se llevó las manos a la cara, algo cansada.-
-¿Y como dices que te llamas? Vuelvo a insistir en que no se nada de ti y tu sabes bastante de mi. Creo que tengo derecho a saber, al menos, tu nombre.
-Me llamo Aüril, chico. -Arrugó la nariz en un gesto divertido al decir estas palabras.-
-¿Aüril? Nunca había escuchado un nombre similar.
-Bueno, al grano.. -Aüril hizo algunos aspavientos con la mano, como aclarando sus ideas.- El reino mágico, nuestro reino, está en grave peligro. Los Môrtac's han vuelto.
Los ojos de Ralest se abrieron de par en par, como si acabara de recibir la peor noticia del mundo.
-¡¿Qué?! ¡¿No estaban exterminados desde hace milenios?! -Se revolvió en el sillón, inquieto. Si ellos habian vuelto, sin duda, era una mala señal.-
-Salieron de no se donde hace un par de siglos y atacaron el reino de los Phalasian, y desde entonces han intentado expandirse, pero la rápida acción de la orden mágica los está reteniendo. El problema es que no resistirán mucho más. -La joven suspiró y rodó los ojos, esta vez en acto de preocupación.- Me mandaron a mi y a unos cuantos desde la caida de los Phalasian a reclutar a los exiliados, antiguos miembros de la Raënestis Fonculus... Y tu, Ralest, si los libros de historia no se equivocan, fuiste uno de los más grandes. -La chica se estiró a lo largo, extendiendo sus piernas por el suelo, levantando un poco de polvo.- Pero antes debo asegurarme de que eres quien dices ser. Por favor, quitate la túnica.
Ralest asintió levemente y se levantó, se puso de espaldas y poco a poco fue quitándose la túnica. En efecto, su espalda no era la de un humano normal.
miércoles, 31 de agosto de 2011
Capitulo 4. Más cosas de ti.
Efectivamente, al otro lado de la puerta se encontraba un recibidor gigante. Parecía que alli se había llevado una vida de total lujo, pero sin embargo, todo estaba lleno de polvo y telarañas.
-Bienvenida a la Mansión Kaônata, abandonada hace más de 50 años por un empresario japonés que desapareció en misteriosas circunstancias.-Ralest parecía algo triste al decir estas palabras.-Ahora vivo solo yo aqui, pero te puedo asegurar que en su época, todo esto era más deslumbrante.
-Te creo.Ahora todo está hecho mierda.-La chica arrugó su nariz, olfateando el ambiente. Olía levemente a madera podrida, pero el olor no era del todo desagradable. Había algo más.-
Ralest se sentó en lo que parecía un pequeño sofá, algo más limpio que todo lo que le rodeaba, justo debajo de la enorme lámpara que colgaba del techo, que parecía de un cristal sucio y desgastado por el tiempo.
-Toma asiento.
-Sí, debería descansar un rato, llevo bastante tiempo fuera. Por cierto, tenemos muchas cosas de las que hablar.-La chica limpió un poco el suelo con sus botas, que ahora el chico podía ver por primera vez. Tenían una especie de símbolo en los lados, algo así como la cabeza de una criatura con unos cuernos retorcidos.Acto seguido, se sentó sin ninguna queja en el suelo, que estaba enmoquetado.-
-Bueno, ¿Que dices que quieres de mi? Me parece que me debes una larga explicación, quiero saber más acerca de ti. Más cosas de ti.-El chico se recostó contra uno de los brazos del pequeño sofá, poniéndose algo más cómodo.- Es decir, impides que me tire por aquel precipicio, me obligas a llevarte a la tienda clandestina de armas y encima te doy un lugar seguro.
-Verás.. Empecemos por lo evidente. Te conozco más de lo que imaginas, pues la verdad es que he estado espiándote un tiempo, de ahi que supiera donde encontrar a alguien que me dijera donde estabas y donde vives.-La chica sonrió, esta vez, de buena gana, aunque no era la sonrisa más bonita del mundo.-Me ha costado mucho encontrarte, llevo buscando décadas alguien como tu, ¿Sabes?-Los ojos de la chica brillaron un momento con un mal disimulado interés.-
-¿Alguien como yo?-El chico frunció el ceño, algo extrañado.-
-En efecto, alguien como tú. Y como yo. Alguien que no sea un simple humano.
-Bienvenida a la Mansión Kaônata, abandonada hace más de 50 años por un empresario japonés que desapareció en misteriosas circunstancias.-Ralest parecía algo triste al decir estas palabras.-Ahora vivo solo yo aqui, pero te puedo asegurar que en su época, todo esto era más deslumbrante.
-Te creo.Ahora todo está hecho mierda.-La chica arrugó su nariz, olfateando el ambiente. Olía levemente a madera podrida, pero el olor no era del todo desagradable. Había algo más.-
Ralest se sentó en lo que parecía un pequeño sofá, algo más limpio que todo lo que le rodeaba, justo debajo de la enorme lámpara que colgaba del techo, que parecía de un cristal sucio y desgastado por el tiempo.
-Toma asiento.
-Sí, debería descansar un rato, llevo bastante tiempo fuera. Por cierto, tenemos muchas cosas de las que hablar.-La chica limpió un poco el suelo con sus botas, que ahora el chico podía ver por primera vez. Tenían una especie de símbolo en los lados, algo así como la cabeza de una criatura con unos cuernos retorcidos.Acto seguido, se sentó sin ninguna queja en el suelo, que estaba enmoquetado.-
-Bueno, ¿Que dices que quieres de mi? Me parece que me debes una larga explicación, quiero saber más acerca de ti. Más cosas de ti.-El chico se recostó contra uno de los brazos del pequeño sofá, poniéndose algo más cómodo.- Es decir, impides que me tire por aquel precipicio, me obligas a llevarte a la tienda clandestina de armas y encima te doy un lugar seguro.
-Verás.. Empecemos por lo evidente. Te conozco más de lo que imaginas, pues la verdad es que he estado espiándote un tiempo, de ahi que supiera donde encontrar a alguien que me dijera donde estabas y donde vives.-La chica sonrió, esta vez, de buena gana, aunque no era la sonrisa más bonita del mundo.-Me ha costado mucho encontrarte, llevo buscando décadas alguien como tu, ¿Sabes?-Los ojos de la chica brillaron un momento con un mal disimulado interés.-
-¿Alguien como yo?-El chico frunció el ceño, algo extrañado.-
-En efecto, alguien como tú. Y como yo. Alguien que no sea un simple humano.
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